En este caso fue una reclamación de alguien cuando fui a dejar a mi hija a la escuela. Todos los padres que trabajan y van a dejar a sus hijos normalmente van vestidos con “ropa de oficina”, para irse a trabajar en cuanto los dejan. Claro que como es muy temprano, a veces hay tiempo para quedarse a saludar y conversar un poco.
Ese fue mi caso durante muchos años. Ahora, como trabajo por Internet, voy en ropa cómoda y, cuando se me hace tarde, hasta con pantuflas (no lo recomiendo… te ves bastante sangrón y se te enfrían los pies...).
En fin, cuando llegué la conversación era de lo de siempre: escándalos, crisis económica y políticos tranzas. Después de saludar y comentar acerca de lo loco del tiempo (bajamos más de 20 grados en un solo día; apantalla, ¿no?), siguieron hablando de lo mismo.
Cuando pedí cambiar de tema (hasta las crisis aburren cuando pasan muy seguido), uno de ellos se volteó, me apuntó con el dedo y me dijo iracundo: “lo que pasa es que tú ya no vives en éste mundo, quién sabe qué tienes en la cabeza”.
¿Cómo contestas a eso? Lo hice con un chiste, pero no pude dejar de pensar en eso cuando regresaba a mi casa. No solo eso, lo parecido que fui a todos ellos durante tantos años.
Eso hasta que cambié de mentalidad. Creo que en algo tenía razón: ya no vivo en éste mundo. Creo que ningún emprendedor vive en ese mundo.
Vivimos en un mundo donde nos interesan las oportunidades, donde buscamos y vemos posibilidades y donde aceptamos la responsabilidad que nos toca por nuestro futuro.
Sinceramente, prefiero éste mundo. No sé cuánto tiempo se quedaron aquellos quejándose, pero yo me vine por mi cafecito, mi negocio y para escribir éste rollo.
Quejarse no está mal… al menos te desquitas de lo que te pasa. Sin embargo, vivir de eso te convierte en el tipo de persona que compite con el vinagre a ver quién es más agrio.
Prefiero mi café con azúcar…
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